INTERCAMBIO EN BANDON (IRLANDA) 1998.

Soy Víctor Orta, alumno del Benjamín entre 1995 y 2000. Pertenezco a la curiosa promoción que llegamos al Instituto terminado el desaparecido 7º EGB desde nuestros respectivos colegios y que, por lo tanto, nos incorporamos directamente a 2º de la ESO. Como se decía por aquella época, éramos “conejillos de indias” en el nuevo plan de estudios.
Para conmemorar el 50º aniversario del centro, rescato este intercambio que realizamos en la primavera del 98 con alumnos de Irlanda. Ahora, viajar a otro país es algo habitual en los estudiantes, pero en aquel momento éramos prácticamente pioneros.
Cursábamos 4º de la ESO y nos plantearon la opción de pasar 2 semanas en Irlanda en casas de estudiantes que luego nos devolverían la visita. Si no recuerdo mal, para poder optar al viaje nos exigían una nota mínima pues había sólo 25 plazas. Fuimos más los interesados, por lo que se realizó un sorteo en el que no faltaron los nervios hasta comprobar que éramos uno de los seleccionados.

Nos acompañaron dos profesoras, Idoya García y Eva Rodríguez. Nuestro destino era un Instituto de secundaria de Bandon al sur del país, muy cerca de Cork que es la segunda ciudad más grande de Irlanda. A nuestra llegada, nos distribuyeron con nuestros alumnos respectivos de intercambio. Se trataba de una zona bastante rural, mi familia de acogida (el estudiante se llamaba Kearan) vivía en una casa en pleno campo rodeada de vacas, ovejas… Otro de los datos llamativos era que allí pueden conducir a partir de los 16 años.
Así, por las mañanas, acudía al Instituto a los mandos de mi colega adolescente irlandés, Kearan, en su coche por carreteras secundarias con bastantes curvas y una vez allí nos mezclaban a los 25 españoles en diversas clases. Otros días realizamos excursiones a lugares de interés cercanos o practicábamos deportes rarísimos para nosotros como el cricket.
Su horario lectivo finalizaba a las 16:00 y poco después a media tarde en casa cenábamos, por lo que nunca olvidaré el hambre con el que me levantaba a la mañana siguiente. Los primeros días nos costó hacernos entender y comprender su acento, pero al finalizar nuestra estancia irlandesa habíamos mejorado mucho el nivel de inglés.
Al año siguiente, 1999 ellos nos devolvieron la visita aunque algunos como Kearan, debido a sus malas notas, no tuvieron el permiso paterno para viajar a España, y a mí me tocó recibir a otro estudiante, Aidan. La obsesión de los irlandeses por el alcohol, que en su país lo tienen totalmente prohibido hasta los 18, se unió a la facilidad para beber que disponen aquí los menores, por lo que pasaban sus tardes en el Tubo de Tudela, donde más de un bar hizo su agosto.