YO FUI ALUMNO DEL PRIMER CURSO 1966-1967.
Daré unas pinceladas de aquel primer momento del Instituto, con el objetivo de recordar a personas que pusieron su granito de arena para la gran obra que ya es el Benjamín. Muchas de ellas nos han dejado; otras siguen con todo su vigor.
El curso 66-67 comenzó tarde, por razones obvias: obras inacabadas, incorporación del profesorado, falta de personal, primeras matriculaciones y el transporte escolar, entre otras cosas.
La constructora seguía en el patio de entrada, levantando la capilla y todo era un amasijo de andamios, ladrillos, sacos de cemento, carretillas…
En la capilla, lo que hoy es la Polivalente, se levantaba el gran espigón central sobre el que descansarían las vigas que en abanico descenderían hacia los pilares de atrás. Todos los días se repetía el espectáculo de encofradores, albañiles y peones en sus tareas, mientras alumnos y profesores seguían con sus tareas académicas.
(Se puede ver en foto aérea adjunta la polivalente sin terminar.
El centro, como un oasis entre campos de labor, y comunicad con un camino tercermundista.)
El Director era el Ilmo Sr. Don Ildefonso Rodríguez de Lama (canónigo de la catedral de Calahorra), el jefe de estudios, Alfonso Carlos Arbeloa; el secretario, J. Vergara, de Cascante, y también perteneciente a la catedral de Calahorra. Profesores que recuerdo, Félix Escribano, que nos dio Literatura los primeros meses; Tomás Gambra, que impartía la Religión (ambos eran clérigos en la Catedral de Tudela). Javier Castro nos enseñó la Historia del Arte, Mariela Gomez-Ullate el Inglés, Milagros Larraz nos daba Griego y el director las clases de Latín. La Educación Física corría a cargo de Sáenz de la Mata, y creo que ya estaba Bernardo Artajo en Física, igual que Abeti con el Dibujo.
Aún recuerdo aquellas clases de Latín a las tres de la tarde, con el humo del puro de D. Ildefonso creando una atmósfera impenetrable en torno a su mesa; y “pobrecito” si te tocaba la traducción del día y no la habías preparado…
A mitad de curso llegaron dos jóvenes catedráticas con destino definitivo: Inmaculada Ruiz y Mª Dolores Coquard, de Historia y Francés respectivamente.
En las oficinas estaban Ana Carmen De Carlos y Pilar Pérez, y en conserjería el Sr. José y Félix Pinilla. Al poco tiempo se incorporaron Antonio Urbiola y Bernardino Lerga. Más tarde Sarita y el Sr. Usoz.
En cursos posteriores fueron directores Tomás Montull, Ángela Hernández, José Bondía y Mariela Gomez-Ullate, catedráticos respectivamente de Filosofía, Griego, Dibujo e Inglés.
Eran tiempos difíciles en todos los sentidos, pero tuvimos a los Beattles y también el París del 68, y las melenas largas, y ansias de mejorar y de cambiar y vivir la vida.
Merece una reseña el comedor de alumnos, instalado en la planta baja del pabellón de la izquierda según se entra de recepción – conserjería, en lo que hoy son los departamentos de Lengua y Matemáticas y alguna clase más de ese lado. El servicio era rápido, pues sólo había que atravesar el pasillo desde las cocinas; por cierto, una cocina bien dotada para la época.
El comedor lo regentaron los hermanos Lorente, Manolo y Fernando, y su padre el Sr. Juan, del Restaurante La Parrilla. Recuerdo la estupenda comida y aquellas jarras metálicas para el agua, los camareros y los vigilantes. El número de comensales era importante, pues más de la mitad del alumnado era de la merindad, y era necesario un espacio amplio, que en ese momento se subsanaba con las propias aulas.
Era intención del equipo directivo construir un comedor anexo al centro. La familia Izquierdo, anterior propietaria de los terrenos del centro y a su vez de espacios colindantes, visitó de forma frecuente al Director y tocaron todas las teclas en el Gobierno, pero nunca se llegaron a realizar tales obras.
Del alumnado diré algunos nombres de ese primer año.
En mi curso de Sexto, recuerdo a José Mari Bruna (de Novallas), José Luis Alli (de Valtierra), Echave (de Ribaforada), Eva Palacios (de Castejón), Iñiguez (de Arguedas), Eduardo Portolés (de Buñuel), Elisabeth Orte, Antonio Sola y Martín Pérez Izquierdo, F. Ferrer, Carlos Labarga, Ángel Pérez Sola, (de Tudela), etc.
En Preu, estaban Eugenio Córdoba, Fernando Roce, Merche, Ángel Antón, y un chico leridano que llegaba al centro con su coche y de quien no recuerdo su nombre. En 5º curso, Pilar Martínez y Charo Aznar (más tarde profesoras del centro). En cuarto, Ricardo Ruano, M. Carmen Cornago, Casajús, Alicia Lavín, etc.
Ese primer año se hicieron exámenes de Reválida para Bachiller Elemental y Superior, y estamos hablando del Junio del 67.
En los cursos numerosos, los grupos estaban separados por sexo, pero en 6º y Preu las clases eran mixtas, por su número reducido de alumnos y el desdoble ciencias y letras.
La heterogeneidad del alumnado era un hecho manifiesto por la procedencia y origen. Eso constituía el tratamiento a la diversidad de entonces. Numerosos autobuses, de los de entonces, recuerdo los de Rio Alhama, confluían a las nueve de la mañana y a las cinco de la tarde en un espacio reducido, y tenían que dar la vuelta en un escaso ensanche con piso de tierra y barro, justo antes de la rotonda de la que hoy disponemos. Un follón para cientos de escolares de múltiples procedencias. Todos los días se producía un milagro y no había percances.
Al siguiente curso, 67-68, se incorporaron al Preu alumnos del seminario de Pamplona, quienes hicieron el curso con nosotros. Savia nueva y más pluralidad. Tenían el internado en el antiguo seminario de Tudela, lo que hoy es el Ambulatorio de la calle Gayarre. Aquella fue nuestra segunda casa. Fue en ese año cuando se formó un coro de alumnos en Preu que dirigió Carmelo Llorente y además un conjunto roquero con el trompetista Suso a la cabeza. Y eso fue en el segundo año del Insti.
En Preu, la Filosofía nos la dio Tomás Montull; el Griego, Ángela Hernández (traducíamos a Homero); el Francés, Coquard; el Inglés, Mariela, la Historia, Inmaculada; la Biología, Herminio Lallana; la Física, Artajo; el Latín, Ildefonso.
Buenos recuerdos e intensidad en el aprendizaje, para realizar el examen de acceso en las distintas universidades.
En fin, unas pequeñas cosas de aquellos dos primeros cursos como alumno (1966-67 y 1967-68), de hace cincuenta años, lejanos…, pero imborrables en nuestra memoria. Y sobre todo un grito de ánimo y un ¡Aúpa pues! para las nuevas generaciones del profesorado, del alumnado y del personal no docente que han hecho realidad una gran obra de aquellos mimbres iniciales, y que serán más pujantes y ricos en el próximo 75º aniversario.
Gracias a todo el mundo y que lo disfrutéis.
Ángel Irisarri