¡QUÉ TIEMPOS AQUELLOS!
Yo no sé muy bien si considerarme “benjamina”, durante el tiempo que yo pasé en el instituto, era eso, “el instituto”, sin más. Lo de “benjamín” llegó más tarde, yo ya no estaba, pero reconozco que el nombre asignado me pareció un gran acierto, siempre me ha gustado. Era eso, “el instituto”, “el instituto de Tudela”, como lucíamos orgullosos en nuestras camisetas de gimnasia:INSTITUTO TUDELA, porque entonces tampoco había Educación física, no os creáis, entonces hacíamos gimnasia y listo. Tampoco estoy muy segura de que fuera gimnasia, básicamente corríamos, corríamos y mucho!!!Hacía un frío que pelaba, del futuro gimnasio todavía no teníamos noticia y nuestra equipación deportiva consistía en una camisetica blanca de manga corta y un mini pantalón de espuma azul marino, la moda del chándal no había llegado a Tudela, ni a los bolsillos de nuestras familias. También practicábamos algún deporte de equipo: balón-volea, baloncesto, ¡Qué malas éramos!, ¡Pero malas, malas!, siempre nos ganaban las de las monjas. ¡Qué rabia nos daba! Sin embargo fuimos pioneras en formar un equipo de fútbol femenino.
¡Qué tiempos aquellos!
Llegué al instituto en 1967, casi lo estrené, a hacer 1º de bachiller con 10 añicos. ¡Qué miedo! ¡Qué grande el edificio! y ¡Qué lejos estaba! ¡Casi en Ablitas! No como ahora que está en Tudela, rodeado de casas, con calles preciosas a su alrededor. Entonces campos y campos de alcachofas y algunos huertos a los que acudíamos en los recreos y cuando hacíamos fuina a robar alberges y granadas (espero que sus dueños nos hayan perdonado). Como estaba tan lejos, en seguida pusieron transporte público: una villavesa, sí sí UNA, para los tropecientos alumnos de Tudela, así que íbamos como las sardinas en lata, pero daba igual, nos reíamos un montón cuando el chófer tenía que hacer varios intentos para conseguir cerrarla puerta o cuando pillaba al cerrarse la chaqueta de alguno. Era divertidísimo.
¡Qué tiempos aquellos!
Y de los profes de entonces qué decir !miedo era poco!, ¡pánico! me daban algunos. El discurso del primer director, D. Ildefonso, me dejó temblando y no fue nada comparado con su sucesor D. Tomás, un dominico grande, grande, con un hábito blanco que me aterrorizaba. ¡Qué miedo!
Ahora, eso sí, la disciplina a tope, en cuanto alguien cometía la mínima fechoría, todos castigados a subir y bajar escaleras y a dar vueltas corriendo alrededor del instituto, como los marines. No se andaba con tontadas, ni perdía tiempo buscando al culpable: ¡Todos castigados!
También teníamos algunos especialmente entrañables, me acuerdo de D. Tomás Gambra, canónigo de la Catedral, que nos daba religión y era más bueno que el pan, cada vez que te llamaba te daba la bendición:”Señorita Gimeno dígame la segunda pregunta” “¡Ay Padre!” le decía yo “Pregúnteme la primera que me la sé mejor” y te daba otra bendición, que quería decir que vale, que bien, que me digas la que quieras. Lo queríamos un montón. Y D. Juan el cura que nos daba latín, a mí me parecía muy viejecico y le tenía cariño.
Había otros “peculiares”, me parece poco respetuoso por mi parte llamarles así, pero no recuerdo sus nombres de pila y siempre les nombrábamos así: La “Bardají”, de latín, sus clases eran muy divertidas, pero cuando se enfadaba porque la traducción de la guerra de las Galias consideraba que era demasiado libre, te tiraba el cuaderno por la ventana al campo, “a las alcachofas” decía y allí caía, tenía una puntería!!!
También me daba mucho miedo Castro, el de historia, no le entendía nada, no teníamos libro de texto y no sabíamos que era eso de “coger apuntes” y claro luego no teníamos cuatro líneas para estudiar ¡Qué tortura! y ¡Qué notas tan malas sacábamos!
Con el paso de los cursos las cosas fueron mejorando,mis compañeras y yo íbamos cogiendo más soltura por estos derroteros. Lo que antes nos daba miedo, ahora nos daba risa; nos empezaban a interesar los compañeros de las otras clases, por aquel entonces chicos y chicas estábamos separados, o ¿qué pensábais? Menuda vergüenza pasaba si me mandaban a algún recado a la clase de los chicos, me figuraba que me miraban de arriba abajo y si encima en esa clase estaba el que me gustaba, ni te cuento ¡me temblaba hasta el pelo!
¡Qué tiempos aquellos!
Empezaron a venir profesores nuevos y además jóvenes y guapos!!! El año que llegaron Castillo y Otano, el instituto se revolucionó, las chicas nos volvimos locas de remate y los chicos, siempre tan corticos, no entendían nada. También vino otro guaperas, Gabriel Larraya, pero para nuestra desgracia era guapo, rubio y CAPUCHINO!!!!
El caso que entre eso y que también llegaron profesoras más jóvenes, nos tuvimos que conformar con los de nuestra edad. ¡Qué se le va a hacer! Pero no penséis que no lo intentamos.
¡Qué tiempos aquellos!
Recuerdo a otros profesores con mucho cariño, a algunos por sus motes: el “Kilopondio”, el “Pocho”, el “Pato”…
Pero a la mayoría por la huella que dejaron en mi persona. Javier Otano me enseñó a amar la literatura y a convertirme en una lectora empedernida. D. José (Bonell, creo), fantástico profesor de dibujo que además de enseñarme a dibujar, me inició en la pintura al óleo. A Inmaculada Ruiz le debo mi amor por el arte, todavía recuerdo la bronca que nos cayó a la vuelta del viaje de estudios, por no haber visitado la Catedral de Palma. A Tránsito Setas, que me las hizo pasar “canutas” en Física y Química, pero gracias a sus enseñanzas, en Magisterio viví de las rentas. A Olga y sus Matemáticas a dos mil por hora. A Maribel Murillo y sus redacciones. A Mª José Armendáriz, a Pili Sangüesa, a Bienvenida, a Mª Antonia Duplá…
¡Qué tiempos aquellos!
También recuerdo a los bedeles y al conserje, con ellos me pasó como con los profesores, al principio me daban miedo, pero después… a hacerles rabiar. ¡Qué paciencia tenían!
¡Qué tiempos aquellos!
Los años fueron pasando y cada curso que avanzaba me lo pasaba mejor. En cuarto daba saltos de alegría porque me libré de la reválida, justo fui de la primera promoción que no la hizo. En quinto, si no recuerdo mal, las clases pasaron a ser mixtas, ¡Menuda fiesta! Y lo mejor estaba por llegar, sexto y COU.
Sexto era el curso ansiado por todos, tenía premio gordo ¡Viaje de estudios! Todo el curso lo pasamos organizando rifas, loterías, discotecas y actos para reunir dinero. Ni que decir tiene que cada una de ellas era sinónimo de juerga, hasta limpiamos los cristales del instituto, los coches de los profes… hicimos de todo. El jarro de agua fría llegó cuando en mi casa no me daban permiso para ir. No sabía qué hacer, pasé días en casa “haciendo méritos”, mis notas eran buenas… pero nada, no me dejaban.
Pero entonces, providencialmente, se obró el milagro: Gabriel Larraya, el capuchino, intercedió por mí, y mis padres, devotos franciscanos, me dieron permiso. Afortunadamente pensaron que si nos acompañaba un capuchino no íbamos a hacer “cosas raras”, os podéis imaginar ¿no? Ni discotecas, ni tabaco, ni alcohol…
¡Qué viaje! ¡Salir de Tudela! ¡Libres!!!!
No hicimos ninguna gamberrada gorda, salvo las típicas de robar los ceniceros del hotel, colarnos en las discotecas, choricear algún souvenir… Pero nos lo pasamos de miedo, viajar en barco, ir a la playa, alquilar patines, ahora suena ridículo, pero entonces en los 70, no estábamos “muy viajados”
¡Qué tiempos aquellos!
Mención especial merecen mis compañeros y compañeras, que fueron muchos a lo largo de los siete años que pasé en el instituto. Algunos, juntos desde primero, otros se fueron incorporando o bien abandonaron sus estudios, pero todos, todos, estupendos.
Quizás no me acuerdo ya, pero yo jamás percibí ningún problema de “acoso”, ni ninguna “comisión de convivencia”, ni nada por el estilo. Claro que había problemas de disciplina, pero también había unas normas a cumplir y unos puntos de disciplina que te iban bajando si no las cumplías.
Una vez que en mi boletín de notas apareció que me habían bajado “2 puntos”, ya se encargaron en casa de dejarme clarito que primera y última vez, y así fue.
También fueron memorables las primeras huelgas, estábamos en tiempos de Franco y no estaban muy bien vistas. Pero había que protestar, querían implantar la “selectividad” y claro, no queríamos ser los primeros en pasar esa criba.
Son tantas vivencias, tantas amistades, tanta vida la que pasé en el instituto que se me agolpan los recuerdos y mi escrito sería interminable.
Solamente me queda agradecer a mis profesores y compañeros la felicidad de aquellos años, sus enseñanzas y los buenos momentos vividos.
¡Feliz 50 Aniversario!
Conchi Gimeno
Que bonitos comentarios Conchita, me han transportado al instituto y me han sacado muchas sensaciones que las tenía por ahí .
Es verdad yo tampoco me identifico bien con lo de Benjamín, eso es nuevo, pero me parece bien. Tampoco te identifico como Conchi entonces eras Conchita.
Que gracioso y que buena memoria tienes al citar nombres de profesores “La Bardaji” , Castro (que miedo) el Kilopondio, que gracioso mote, nos daba física. Olga y sus matemáticas era la que decía : …esta integral es evidente…y lo decía a toda mecha … ¿ era ella ?
Había otro que no has citado “Medrano” que nos daba literatura, comentarios de texto y todo ese lio yo aprendí muchísimo, me acabo gustando la literatura por lo bien que lo daba.
Nos íbamos con los profesores DE VINOS, hoy estaría totalmente prohibido, algunos días llegábamos algo pintones de El Bodegón, el Mesón y otros, igual que en el viaje de estudio nos hinchábamos de licores de todo tipo en esas licorerías de carretera de Mallorca, en las que no comprábamos nada y luego a la discoteca con la entrada 6 copas y todos menores pero con mucha cabeza.
No sé cómo una vez acabé en casa de Luis (profesor de filosofía) se casó y se separó de Carmen, eran una pareja especial jugamos a las cartas, tomamos unos vinos y no sé qué más, tengo buen recuerdo de esta pareja. También estuve un día en casa del Director que era pintor muy bueno y todo un señor tengo muy buenas sensaciones de él y una marina que digo que la pinté yo pero los únicos trazos buenos son los que dio él.
Yo estaba en un grupo de FOLK ensayábamos en los recreos y creo que solo teníamos un tema de Machado que aún se tocar :
Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.
Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás
En fin son muchas sensaciones y recuerdos preciosos que nos han modelado definitivamente para toda la vida, tengo dos hijos y un nieto y ojala que se pudieran formar en las mismas condiciones que me formé yo, aunque lo veo difícil, pero seguramente será mejor.
Besos desde Aranjuez donde vivo actualmente.
Rafael Catalán
Rafaaaaa!!!! No me lo puedo creer!!!! Después de tantos años, qué alegría saber algo de ti y como repito y repito ¡Qué tiempos aquellos! Todos esos recuerdos que cuentas también son míos por supuesto. ¡Hay tanto para recordar! Te dejo mi correo y nos contamos nuestras vidas, ja ja. Un beso muy gordo.
cgimenop@educacion.navarra.es
Qué bonito, Conchi!, comparto muchos de los recuerdos que mencionas. Para mí fueron unos tiempos estupendos, hice buenas amigas, tuve el ejemplo de profesores insustituibles como Cristina Román , la profesora que me enseñó a ser una persona mejor, más comprometida con los demás y más luchadora.
Enhorabuena, Conchi por saber recoger de forma tan bonita todos aquellos años. No podría decirlo mejor que tú.
Ah! Por último, recuerdo también aquella semana de huelga cuando todos los grupos de COU protestamos por el intento de implantar la selectividad en ese año (curso 73-74) y..lo conseguimos, el Ministerio se retractó.
Hola Ana Zuazo!!! fuimos compañeras y creo que puedo decir que hasta buenas amigas durante los años del instituto. Mi nombre Mª Ángeles Arigita Sáez, de Castejón.. Me acuerdo de muchas compañeras y compañeros; con algunas, mantengo noticias de vez en cuando y me ha encantado saber de ti
.Un .abrazo.
Ayer tuve una gran sorpresa y una gran alegría. Conchita Gimeno contactó conmigo para informarme de la celebración del 50 aniversario del “instituto”.
Nos pusimos al día de toda una vida. Yo también llegué al Instituto con 10 añicos,, creo que era el segundo curso que funcionaba y lo recuerdo casi todo. Salir de Ablitas en la tartana de Desiderio, llegar a Tudela (entonces estaba muyyyy lejos) y ver un edificio enorme en el cual me perda.
El primer día y a primera hora conocí a Conchita y a Ana.de Castejón. Con Ana , mantuvimos la amistad hasta su muerte, demasiado prematura, a los 23 años y con Conchita nos hemos ido encontrando por casualidad, cuando voy a hacer compras por Tudela.. Siempre contentas de encontrarnos.
Después de acabar magisterio, me fuí a trabajar a Cataluña y aún sigo, casi a punto de jubilarme.
Qué rápido ha pasado la vida y cuántos recuerdos.
Por supuesto que no fallaré el día de la cena de antiguos alumnos.
Me hace mucha ilusióm.
Esta celebración nos está ayudando a recuperar relaciones que por distintos motivos habíamos interrumpido, que no olvidado. ¡Bienvenido este aniversario!
Vuestros comentarios me han emocionado.
Yo era una profesora muy joven. Tudela fue mi primer destino. No sabía casi nada de Literatura ni de la vida. Pero el instituto de Tudela me dejó un regalo maravilloso: allí conocí a Miguel, que años más tarde sería mi marido.
Siempre Tudela en mi corazón y mi recuerdo. Gracias a todas vosotras y vosotros por recordarme.
Un abrazo
Maribel Murillo Urcelay.