En el otoño de 1970, procedente del Seminario de Pamplona, llegábamos un grupo de seminaristas a Tudela, para cursar el antiguo preuniversitario (PREU). Como era habitual en aquella época, vivíamos en el Seminario tudelano –ya desaparecido-, pero asistíamos a clase en el Instituto recién creado.
El primer día de curso comenzamos con una misa en la capilla del Centro (la actual Aula Polivalente), presidida por el director Don Tomás Montull. Salvo este día que podía parecerse al Seminario, el resto del año fue para nosotros un cambio radical en casi todos los aspectos. Por primera vez veíamos y nos cruzábamos con chicas por los pasillos, aunque las clases todavía estaban separadas por sexos, salvo casos de necesidad mayor. La mayoría de nuestros profesores eran jóvenes y laicos. Asistimos a las primeras asambleas y conatos de huelga en el Centro. En fin, eran los últimos años del franquismo y ya llegaban vientos de la transición a la sociedad, que también se colaban en el Instituto.
Nueve años más tarde volvería al Centro durante un curso, como profesor en prácticas, recién aprobadas mis oposiciones. Aún permanecían algunos de mis antiguos profesores, como Inmaculada Ruiz, de Historia, o Herminio Lallana, de Biología. Con este último compartía departamento, pues ambos éramos compañeros en Ciencias Naturales, y seguía llamándole Don Herminio, a pesar de sus reprimendas. Finalizado el curso, me dieron destino definitivo en Hernani (Guipúzcoa).
El año 1982, volví definitivamente al instituto Benjamín de Tudela, donde he permanecido hasta mi jubilación. Eran tiempos en los que la antigüedad entre el profesorado suponía un grado. Todavía recuerdo con humor la anécdota que me ocurrió en los años 80. Al entrar una tarde al instituto, pregunté al conserje, Sr Latasa, si había llegado algún compañero. La respuesta fue categórica, como si recitara la clasificación de la liga:
– Sí, están ya Doña Carmen, Mateo y el Rafa.
La primera era una veterana profesora de historia, el segundo un treintañero profesor de matemáticas y el tercero un joven interino de Física.
Pues bien, en aquella época, era frecuente en los departamentos dejar las clases del nocturno para los recién llegados, los últimos en el escalafón, a causa de los horarios. Por esta razón, durante mis primeros años me asignaron los cursos nocturnos, que debía compartir con algunas clases en el diurno.
Pronto descubrí que el nocturno era un instituto dentro de otro instituto. Apenas suponía el 20% de sus alumnos, que por su edad, situación laboral o personal, poco tenían que ver con los chicos del diurno, y donde los aspectos emocionales podían ser tan importantes o más que los académicos. Además, por el propio método de asignación, la mayoría de los profesores éramos jóvenes, cargados de vocación e ilusión.
Todo ello permitía una fuerte sintonía entre profesores y alumnos y creaba un ambiente familiar. Fueron años de muchas actividades y proyectos. Charlas, representaciones, salidas a las Bardenas o el Moncayo, cuando ni siquiera eran parques naturales, o excursiones por toda España, como recogen algunas de las imágenes anexas. Y todo ello sin descuidar las clases de BUP y COU que se impartían cada día.
Finalmente, reconozco que terminé sintiéndome muy cómodo en el nocturno, donde durante varios cursos ejercí de jefe de estudios. Cuando tuve la posibilidad de pasar al diurno, ya no me interesó, así de bien me sentía en el nocturno.
Como no podía ser de otra manera, al nocturno llegaron también los cambios educativos y sociales. Se implantó la ESO de Adultos (ESPA) el año 2000 y posteriormente el nuevo Bachillerato. Algunos profesores nos fuimos haciendo mayores mientras otros jóvenes llegaban. Pero el nocturno siguió siendo una gran familia donde cada año se matriculaban nuevos alumnos con enormes ganas de aprender y superarse. ¡Cuántos estudiantes riberos pudieron graduarse en ESO y Bachillerato gracias al Nocturno! Muchos de ellos todavía me paran y saludan con cariño por la calle y me cuentan cómo les va. Sin duda, es el mejor regalo que un antiguo alumno puede hacer a un profesor, llenándole de orgullo y satisfacción.
Un recuerdo para todos ellos y mucho ánimo para los actuales alumnos y profesores del nocturno.
Soy una antigua alumna tuya.Cómo me ha gustado poder leer esta pequeña biografia sobre tun paso por el Benjamín. Pero más me ha alegrado reconocer tu forma de escribir,aún recuerdo perfectamente tus notas a pie de página en mis exámenes, por supuesto siempre animándoles pero casi siempre también diciéndome que podía hacer más.Fuiste un profesor con el que entendí por primera vez matemáticas
.Tengo un recuerdo especial de mi profesor, tú.